Hoy es el día grande. Después de un abundante desayuno partimos hacia la estación del teleférico de l’Aiguille du Midi. Tras adquirir los billetes (y convertirnos en 38 € más pobres), somos empujados al interior de una caja de plástico y metal hasta completar una carga humana, que permanecerá colgada de un sencillo cable metálico durante los próximos 20 minutos para superar el desnivel desde Chamonix (1030 m) hasta el Pic de L’Aiguille du Midi (3842 m). La sonrisa de la conductora, una joven rubia de no más allá de 20 años, tranquiliza a los más aprensivos con las alturas (como yo), sobretodo en la parte final, en la que, de forma milagrosa, no nos estampamos contra el granito gris, encajando en la piedra dejando el grosor de una aguja entre la caja y la pared. ¡ Vive la France y su tecnología ¡
Salvados de la marabunta de japoneses, a punto de arrollarnos, tenemos ocasión de salir finalmente al exterior. Ahí esta. Un día radiante, perfecto, azul, con el punto justo de nubosidad, nos permite admirar el Mont Blanc. Le Bonnêt (sombrero), la nube característica que suele cubrir la cumbre aparece y desaparece con regularidad. Una serie de puntitos se ven recorriendo el Col Maudit, en ruta hacia su cumbre. La vista trabaja de lo lindo y poco a poco vamos identificando las cumbres, cuyos nombres sólo habíamos tenido de conocer en nuestras lecturas. Mont Blanc du Tacul, Mont Maudit, Arête de la Brenva, Aiguille du Diable, Dent du Geant, Les Grandes Jorasses, el inabarcable Glacier du Geant, el Macizo del Monte Rosa, el Cervino, … Algunos ya notan la diferencia de altura y de temperatura (estamos a -1 º) y decidimos bajar, antes de que perdamos la cabeza y nos lancemos –sin equipo ni entrenamiento- a seguir a las legiones de alpinistas que se lanzar al descubrimiento de estas maravillas.
Descendemos hasta la estación intermedia de Plan de l’Aiguille, donde empezamos nuestro recorrido. Una visita al Lac Bleu, nos sirve para recuperar fuerzas y planificar el resto de la jornada. Reemprendemos la marcha recorriendo la ruta de Le Grand Balcon du Nord. Tenemos a nuestra izquierda todo el valle de Chamonix. A nuestra derecha nos acompañan un conjunto de prodigiosas agujas (Blaitiere, Grepon, Ciseaux, …) que flanquean algunas lenguas de glaciares. El camino es fácil, sin exigencias, invitándonos a detenernos de tanto en cuanto para admirar el sugerente entorno. Una verdadera maravilla. En poco más de una hora llegamos a un indicador que nos desvía hacia la derecha, para ascender un collado coronado por la Signal Forbes (2198 m). Desde aquí tenemos la ocasión de tener la primera visión de la Mer de Glace. Se trata de un espectacular río de hielo de más de 7 kilómetros de largo, una media de 180 metros de profundidad y un ancho que alcanza, en ocasiones los 1000 metros. Con justicia se le considera como el segundo más grande de Francia. A la izquierda aparece la Arete des Flammes de Pierre, coronadas por las pirámides de Les Drus. Cerrando la parte superior del glaciar, allá donde se unen los de Laschaux y el de Tacul, podemos discernir la base de Les Grandes Jorasses. No tenemos más remedio que detenernos y admirar el paisaje. Poco a poco nos damos cuenta de la inmensidad de lugar y de la magnitud. Las agujas de Les Drus atraen la vista. Los que somos seguidores de Walter Bonatti, no nos podemos imaginar como diablos realizó la ascensión del Pilar Sudoeste en agosto de 1955, en solitario, equipado con dos cuerdas de cáñamo y menos de 40 piquetas de hierro realizas artesanalmente. No es extraño que apareciera seis días más tarde, medio enloquecido por la sed y el hambre, con una falange de menos, perdida en la pared.
Arrastrando las botas, abandonamos el lugar para dirigirnos hasta Montenvers, cuya estación y Hotel, se observan sobre la morrena final del glaciar. Llegados al mismo, decidimos bajar a visitar unas cuevas excavadas en la base del Glaciar. Tras descender por unas inacabables escaleras, tenemos ocasión de adentrarnos unas decenas de metros en su interior. El espectáculo vale la pena. El hielo toma unas tonalidades extrañas, casi irreales. Al iluminarlo, podemos apreciar las pequeñas burbujas de aire y pequeñas piedras, que quedaron atrapados en su interior, en el nacimiento del glaciar, varios centenares de años antes. Unos ruidos sordos y lejanos nos recuerdan que estamos en el interior de un gigante que se mueve a una velocidad de 1 cm por hora. Sólo imaginar que este prodigio natural ha perdido en los últimos 150 años más de 180 metros de espesor y 3 kilómetros de longitud, nos da una idea de lo que fue y, probablemente nunca más será, ya que su condena a muerte esta prevista en los próximos 30 años.
Tras abandonar la cueva, remontamos hasta la estación del cremallera de Montenvers. A pesar de que es gratuito (este fin de semana se cumple el centenario de su construcción), creemos que vale la pena continuar la jornada. Nos decidimos por tomar el camino que nos conducirá a Les Planars, que cruza en varias ocasiones la vía del ferrocarril y que pasa junto a la Buvette Cailler. A pesar de que la lluvia aparece en el tramo final, constituye un acierto. La bajada es rápida, divertida, saltando entre escalones de piedra o recorriendo senderos al pie de enormes árboles, facilitandonos algunas de las mejores imagenes de la jornada, que finaliza poco después de las 18:00, al alcanzar los alrededores de Chamonix sin más novedad.
Salvados de la marabunta de japoneses, a punto de arrollarnos, tenemos ocasión de salir finalmente al exterior. Ahí esta. Un día radiante, perfecto, azul, con el punto justo de nubosidad, nos permite admirar el Mont Blanc. Le Bonnêt (sombrero), la nube característica que suele cubrir la cumbre aparece y desaparece con regularidad. Una serie de puntitos se ven recorriendo el Col Maudit, en ruta hacia su cumbre. La vista trabaja de lo lindo y poco a poco vamos identificando las cumbres, cuyos nombres sólo habíamos tenido de conocer en nuestras lecturas. Mont Blanc du Tacul, Mont Maudit, Arête de la Brenva, Aiguille du Diable, Dent du Geant, Les Grandes Jorasses, el inabarcable Glacier du Geant, el Macizo del Monte Rosa, el Cervino, … Algunos ya notan la diferencia de altura y de temperatura (estamos a -1 º) y decidimos bajar, antes de que perdamos la cabeza y nos lancemos –sin equipo ni entrenamiento- a seguir a las legiones de alpinistas que se lanzar al descubrimiento de estas maravillas.
Descendemos hasta la estación intermedia de Plan de l’Aiguille, donde empezamos nuestro recorrido. Una visita al Lac Bleu, nos sirve para recuperar fuerzas y planificar el resto de la jornada. Reemprendemos la marcha recorriendo la ruta de Le Grand Balcon du Nord. Tenemos a nuestra izquierda todo el valle de Chamonix. A nuestra derecha nos acompañan un conjunto de prodigiosas agujas (Blaitiere, Grepon, Ciseaux, …) que flanquean algunas lenguas de glaciares. El camino es fácil, sin exigencias, invitándonos a detenernos de tanto en cuanto para admirar el sugerente entorno. Una verdadera maravilla. En poco más de una hora llegamos a un indicador que nos desvía hacia la derecha, para ascender un collado coronado por la Signal Forbes (2198 m). Desde aquí tenemos la ocasión de tener la primera visión de la Mer de Glace. Se trata de un espectacular río de hielo de más de 7 kilómetros de largo, una media de 180 metros de profundidad y un ancho que alcanza, en ocasiones los 1000 metros. Con justicia se le considera como el segundo más grande de Francia. A la izquierda aparece la Arete des Flammes de Pierre, coronadas por las pirámides de Les Drus. Cerrando la parte superior del glaciar, allá donde se unen los de Laschaux y el de Tacul, podemos discernir la base de Les Grandes Jorasses. No tenemos más remedio que detenernos y admirar el paisaje. Poco a poco nos damos cuenta de la inmensidad de lugar y de la magnitud. Las agujas de Les Drus atraen la vista. Los que somos seguidores de Walter Bonatti, no nos podemos imaginar como diablos realizó la ascensión del Pilar Sudoeste en agosto de 1955, en solitario, equipado con dos cuerdas de cáñamo y menos de 40 piquetas de hierro realizas artesanalmente. No es extraño que apareciera seis días más tarde, medio enloquecido por la sed y el hambre, con una falange de menos, perdida en la pared.
Arrastrando las botas, abandonamos el lugar para dirigirnos hasta Montenvers, cuya estación y Hotel, se observan sobre la morrena final del glaciar. Llegados al mismo, decidimos bajar a visitar unas cuevas excavadas en la base del Glaciar. Tras descender por unas inacabables escaleras, tenemos ocasión de adentrarnos unas decenas de metros en su interior. El espectáculo vale la pena. El hielo toma unas tonalidades extrañas, casi irreales. Al iluminarlo, podemos apreciar las pequeñas burbujas de aire y pequeñas piedras, que quedaron atrapados en su interior, en el nacimiento del glaciar, varios centenares de años antes. Unos ruidos sordos y lejanos nos recuerdan que estamos en el interior de un gigante que se mueve a una velocidad de 1 cm por hora. Sólo imaginar que este prodigio natural ha perdido en los últimos 150 años más de 180 metros de espesor y 3 kilómetros de longitud, nos da una idea de lo que fue y, probablemente nunca más será, ya que su condena a muerte esta prevista en los próximos 30 años.
Tras abandonar la cueva, remontamos hasta la estación del cremallera de Montenvers. A pesar de que es gratuito (este fin de semana se cumple el centenario de su construcción), creemos que vale la pena continuar la jornada. Nos decidimos por tomar el camino que nos conducirá a Les Planars, que cruza en varias ocasiones la vía del ferrocarril y que pasa junto a la Buvette Cailler. A pesar de que la lluvia aparece en el tramo final, constituye un acierto. La bajada es rápida, divertida, saltando entre escalones de piedra o recorriendo senderos al pie de enormes árboles, facilitandonos algunas de las mejores imagenes de la jornada, que finaliza poco después de las 18:00, al alcanzar los alrededores de Chamonix sin más novedad.
2 comentarios:
BONATTI FOR EVER !!!!!
Buen recorrido hicisteis...envidia sana que me dais con esa fota de la mer de glace !!
Por cierto el itinerario de Bonatti al Dru ya es irrpetible, se desplomo parcialmente
Me gusta mucho la foto de cabecera del blog que has puesto ...puede servir de concurso a ver quien sabe de que lugar se trata.
Bueno. Yo de momento en el dique seco. Cota 0. Que envidia. Por ahora ver el blog y lectura de libros de montaña para compensar.
La foto de cabecera está chupada. Y espero que cualquier raconer tiene que saber donde es, porque si no: "fora des grup ara mateix"!
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