jueves, 1 de marzo de 2012

Invernal al Pallars

Cinco treinta de la madrugada: suena el despertador, desayuno, me aseo y sin demora me recogen; nos dirigimos al aeropuerto... tarjetas de embarque, control de pasajeros, pitidos y más pitidos, cacheos y embarque. Salimos a la hora prevista. Aterrizaje en el Prat, equipaje, coche de alquiler, problemas con un cliente y por fin salimos de Barcelona.
En poco más de 3 horas nos plantamos en Espot. Unos amigos se habían adelantado y recogido las raquetas. Nos cargamos las mochilas que pesan un huev... y emprendemos la marcha hacia el refugio J. M. Blanc. Apenas hay nieve, sólo algunos planchones de hielo que nos fuerzan a salir del camino. Sobre las 6,30 llegamos a nuestro destino. El sol acaricia las montañas que hacia levante cierran el horizonte; se está mejor dentro junto a la chimenea.
Uno bajo cero, buen tiempo, son las siete de la mañana, desayunamos y nos despedimos de este acogedor lugar y de sus moradores. Con las raquetas en nuestros pies vamos avanzando por el centro del estany Tort, sobre una gruesa capa de hielo de un metro y medio según las mediciones de la guarda. Nuestros pasos se dirigen hacia la collada de Saburó, aprovechando al máximo la línea más recta que nos proporcionan los estany que encontramos al paso.
Un airecillo gélido nos recibe en la collada, nos reagrupamos y sin mucha demora descendemos por la otra vertiente habiendo cambiado las raquetas por los afilados crampones que en la sombría ladera nos dan seguridad. Dejamos a la derecha el pas de l’Os y por la izquierda iniciamos el descenso hacia el estany de Mar, para atravesarlo. Raquetas otra vez. La desnudez del vidrioso hielo que chirría al ser arañado por las puntas de nuestro calzado sobrecoge nuestro avance en medio de la inmensidad de esta masa helada de dudosa consistencia.
El sol nos amodorra mientras descansamos en la terraza de Colomina, 3.30 horas. Cogemos agua en sus alrededores y nos dirigimos hacia el estany Tort; no hay apenas nieve, por lo que avanzamos sin apéndices extraños en nuestros pies. Una vez en el estany la mansa superficie helada nos invita a atajar el sinuoso camino que bordea su contorno. Avanzamos rápidamente sin ningún obstáculo que nos frene nuestra marcha.
Algunos ya han alcanzado la orilla, pero sin apurar la longitud del estany.
Al llegar a su altura nos avisan de que el agua surge en los bordes y que puede ser peligroso seguir, pero continuamos... voy delante avanzando despreocupado del riesgo innecesario que estoy corriendo. En la cabecera del lago el agua de un torrente lame el hielo; bajo mis pies un leve murmullo me  alerta de que estoy sobre la corriente; demasiado tarde ¡crackk! el hielo se abre bajo mis pies, y sólo un rápido gesto con mis codos hacia afuera impiden que mi cuerpo se sumerja; un fuerte impulso me saca del agua haciendo pie sobre el hielo, ha sido tan rápido que no he sido consciente del peligro. Estoy mojado de pies a hombros, ya que la cabeza no llegó a sumergirse, -“¿No te cambias, te has hecho daño?”- ¡Vaya susto! El sol hará el resto y en menos de una hora estoy seco; si la climatología hubiera sido otra, no sé si ahora lo estaría narrando.
El grupo se divide, unos se van por la collada de Dellui y nosotros por la dels Gavatxos.
Una nieve-sopa nos hará sudar de lo lindo para alcanzar el paso; al otro lado, el manto níveo es continuo, la orientación norte del valle hace que la nieve se conserve en mejores condiciones; más tarde en el estany Nere girará al oeste, para alcanzar el refugio d’estany Llong.
Y cual es nuestra sorpresa al no encontrar a nuestros compañeros que harán su entrada cuando la oscuridad reine en el exterior y los platos estén servidos en la mesa. La nieve en pésimas condiciones les ha jugado una mala pasada.
Todo el mundo en pie, el refugio toma vida después de unas horas de sueño, afuera la temperatura roza los cero grados.
Los catorce, uno tras otro marchamos sobre el estany Llong, donde tras rebasarlo nos volveremos a dividir, unos para ascender al Potarró y descender al estany de sant Maurici y nosotros para ascender al pic del Bergús. Nuestros pasos se dirigen en dirección al pic del Portarro, donde a media altura cruza el sendero que nos acercará a la base de nuestra montaña. Los crampones entran bien en la dura pendiente, mientras dejamos atrás las profundidades del valle, ganamos los trescientos metros que nos separan de la línea que nos llevará als estany gelats del Bergús, donde otra vez por una fuerte pala alcanzaremos la suave pendiente que nos conduce hasta la cima. Júbilo es la mejor palabra que describe nuestro estado de ánimo, y no es para menos, el día esta claro y la línea de crestas y montañas se pierden en el horizonte.
El descenso lo hacemos por el coll del Bergús, el cual alcanzaremos después de desandar un tramo de la pendiente somital y pasar bajo el gran tuc de Grabes.
La pendiente es muy pronunciada en su inicio y no se advierte si está cortada, pero tras descender algunos metros nos percatamos de que el descenso es posible. La nieve está en buenas condiciones y tras las primeras precauciones nos deslizamos hacia el fondo del valle donde nuestra ruta se une con la que desciende del refugio d’Amitges. Grupos de turistas transitan ya cerca del estany de sant Maurici, siempre vigilados por los enormes centinelas que han hecho famoso este enclave: els Encantats.



























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