domingo, 26 de enero de 2014

Pas des Sinever



MOTO: Temblor muscular muy difícil de controlar causado por el miedo, normalmente en las piernas.

De un diccionario básico de escalada he leído esta definición.

Ayer hubo “carreras de motos” al pie del “Cingle Verd”, es decir, la ruta que conduce a un lugar que algunos hemos llamado “Pas des Sinever”, en los confines de la costa de Escorca, donde se une a la costa de Pollença, un lugar poco transitado (de verdad de verdad: muy poco transitado).

Y es que el mar bravo rugía bajo nuestros pies, como “lamiendo” las suelas de nuestras botas, como si quisiera engullirnos sin piedad. Al no poder hacerlo, el mar lanzaba “humedad” sobre las rocas por las que íbamos trepando y des-trepando con niveles de escalada, supongo de grado II, aunque debido a la humedad, el grado pudiera ser considerado un III-    pero para algunos que no somos escaladores parecía simplemente un “grado peligroso de cojones”.

Tras mi primera trepada sobre roca húmeda, que tenía forma de tobogán con caída de espalda directa al mar, alguien me agarró de la mochila cuando ya estaba iniciando el retroceso fatal (ah¡¡ aquí no hay càrritx, por desgracia). Mi “moto” se puso en marcha y mi cara denotó bastante preocupación. Algunos lo notaron. Otros simplemente tuvieron bajada de tensión. Otros estaban ajenos a la situación, pues su dominio de la técnica de movimiento en terreno vertical y valentía les daba una buena ventaja.

Luego, ante el agravamiento de la situación (humedad constante en las rocas), los guías decidieron usar cuerdas, con lo cual la situación mejoró notablemente, salvo para el primero, que tenía que colocar la cuerda (gracias Pedro y Luis).

Ya dije que esta ruta era “la madre de todas las excursiones” y sigo manteniendo la misma opinión.

Además del tramo que acabo de describir, algo exagerado dirán algunos, el resto de la jornada, tanto la aproximación a esa zona, como la subida al “pas del Sinever” y la subida final a la finca de Ariant, es realmente un lugar “especial”, donde abundan plantas endémicas y “balmas o covals”, grandes cuevas abiertas con vistas al mar. Son lugares donde la actividad humana no se nota, es leve de verdad, es la residencia de “cabras y voltors”. Si alguién creyera en lugares “mágicos”, que baje hasta el “pas del sinever al atardecer”, el recuerdo es inolvidable.

El “pas des sinever”: Después de mis preocupaciones por abajo, recorrí el temido paso sin apenas darme cuenta. Y es que el paso equipado con el cable “ha perdido emoción”, pero no espectacularidad.

Tras el paso, la “mágia” de la que hablaba. Atardecer sereno. El mar, lejos ya a allá abajo, ya no daba miedo, sino todo lo contrario. Y la entrada en Ariant (subiendo desde el mar) indescriptible sensación, contemplando el sol como se escondía entre las pequeñas cimas de porte cárstico, dejando entrever mil matices del mejor cuadro del mejor artista.
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1 comentario:

Fernando A dijo...

Como es obvio, y reconocido, la ecuación riesgo/beneficio (disfrute) es distinta para cada uno de nosotros. Yo no me arrepiento de haberme quedado en la Roca Llisa. Enhorabuena a los valientes!