En este año a punto de despedirse se ha marchado Eduardo Blanes, el padre de mi amiga Lavinia. Sus cenizas reposan ya en la cima del Teix, su montaña dorada y adorada. Allí vivaqueó muchas noches de luna llena, desconectando, meditando, planeando próximos viajes.
Viajes que fueron el motor de su vida. La primera vez que dio la vuelta al mundo hizo creer a todos que estaba en un retiro espiritual en Ávila. Siguieron escapadas continuas a los cuatro puntos cardinales del planeta: India para ver a su pariente, amigo y embajador Guillermo Nadal, Indonesia, Nueva Zelanda, Sudamérica, Galicia… Viajes no sólo para ver, sino también para conocer otras culturas, religiones, y conocerse a sí mismo. Hizo el Camino de Santiago, completo y completamente solo, a los setenta años, viajó a Patagonia con ochenta y pico. Antes, desde muy joven, recorrió muchos racons de Tramuntana con Príamo Villalonga primero, con el grupo montañero familiar después y subió las lomas de la finca S’Hostalet en compañía de Jordi, su ca rater, cuando las fuerzas menguaron. Te añoramos, Eduardo. Disfruta las vistas.
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