Día 8 – Cumbre

Diana a las seis. Desayuno media hora más tarde. Por cortesía del hotel, nos permiten dejar unas bolsas todo el equipo que no es necesario. A las siete nos dirigimos hacia la estación, mientras la cumbre aparece blanca y serena, contra un cielo de un azul extraordinario. Al tomar el teleférico, notamos que es el día. Subimos con un montón de esquiadores que van a disfrutar de las pistas. Nos equipamos y salimos al exterior. Donde ayer veíamos con dificultad al compañero que nos precedía en la cordada, ahora tenemos un visión increíble, con el Allalin enfrente y las crestas del Feechkopf (3888 m), el Alphubel (4206 m) y el bellísimo Taschhorn (4490 m) a nuestra derecha. Nieve blanca e inmaculada por todas partes. Iniciamos la marcha con facilidad, el hielo esta en perfectas condiciones y otros, más madrugadores, nos preceden marcando el sendero. La primera dificultad la encontramos para superar dos telesillas acarreando esquiadores. Un poco de concentración y el obstáculo ha sido superado. La senda se aleja en dirección Oeste para ir ganando altura progresivamente hasta alcanzar el collado Noroeste, la vía más habitual. En menos de una hora lo hemos alcanzado, superando a un par de cordadas guiadas por profesionales. A pesar de los reniegos de Es Senyor de Sa Torre (feim poca via ¡¡¡), El Jefe mantiene un ritmo vivo, constante. Vísteme despacio, que tengo prisa, dice el sabio consejo. Una parada en el Collado para apreciar el paisaje. Al fondo se distingue el Matterhorn, y adivinamos el TheodulPass, donde toda esta historia empezó. Ya vemos la cumbre, coronada por una cruz de hierro y precedida de una par de canchales rocosos. Puesta en marcha, ritmo vivo (sólo detenido para una par de fotos) y en media hora estamos en la antecumbre, tras superar unos metros finales con roca cubierta de hielo resbaladizo. Nos deshacemos de las mochilas y nos dirigimos a la última dificultad. Un estrecho sendero recorre una cresta de unos treinta metros que nos separa de la verdadera cumbre, una pequeña pirámide rocosa. ¿Quién dijo miedo? Hay tiempo y lugar para unos momentos de nervios al cruzarnos en la cresta con gente que desciende. Por fin, a las 10:12 de la mañana, cumbre. Al demonio, con todo lo demás. Fotos, un abrazo y vuelta atrás por la cresta. Es el momento de apreciar el paisaje. Hacia el Sur se distinguen las cimas del Rimpfischhorn (4199 m), con el Strahlhorn (4190 m) a su izquierda y el Adlerhorn (3987 m) medio escondido detrás. El Oeste y el Norte esta dominado por todo el enorme macizo del Mischabel (¿un objetivo para un futuro no muy lejano?). El esplendido cielo nos permite ver o intuir el recorrido de los últimos siete días por Suiza e Italia. A nuestros pies, la estación de esquí de donde partimos hace algo menos de dos horas. Tras agotar las baterías de las cámaras y reponer algo las fuerzas, iniciamos el descenso. Vamos desmelenados, abrimos senda por nieve virgen y pronto decidimos desencordarnos y pasar un buen rato. El descenso es rápido, divertido, adelantando a tipos con cara de asombro.
Al llegar de nuevo a las pistas de esquí, nos encontramos una desagradable sorpresa. Hemos de compartir el camino de vuelta con esquiadores practicando la modalidad de descenso. Es decir, bajando a toda pastilla y pasando muy cerquita. Comprobamos que llevar el piolet con la punta hacia atrás y en un ángulo abierto, hace que, curiosamente, se alejen de nosotros. Que se jodan.

Son las 11:30 de la mañana y soy feliz. Gracias, Allalin.

Hora Inicio = 07:00 Hora Final = 12:15

Cota Mínima: Saas-Fee (1800 m) Cota Máxima: Allalin (4027 m)

Lo Peor: La travesía de las pistas de esquí.

Lo Mejor: Todo lo demás.

La Anécdota
Cuando tomamos el Metro Alpin de vuelta, una jovencita equipada con ropa de esquí y una enorme mochila entró precipitadamente en el vagón. Mientras procedía a quitarse las voluminosas botas y cambiarse de ropa con una rapidez que denotaba hábito, comentábamos en voz baja como demonios podía con todo aquello y la prisa que se daba. Finalmente, se recogió el pelo en una coleta y se puso la parte superior de un chándal, en cuya espalda se podía leer. NATIONAL SKI TEAM, SPAIN. Se trataba de una chica de Madrid que estaba enrolada en un club que la había mandado para seguir entrenando a SAAS-FEE, donde coincidió con gente procedente de Nueva Zelanda, Finlandia, Noruega, Rusia, … Casi le hacemos la ola, ¡ Suerte, campeona ¡

La Historia
Desde que en el siglo XIX los Alpes fueron puestos en el mapa por los primeros pioneros ingleses, los guías alpinos han gozado de una merecida y bien ganada fama de duros, resistentes y valientes. Sin embargo, en el Saastal, quienes desde tiempo inmemorial tenían fama de fuertes han sido … sus mujeres.
El geólogo De Saussure cuenta que, tras recoger muestras en la zona, pregunto al propietario de su hotel si podría encontrar un hombre que pudiera transportar las piedras hasta Vanzone, desde la que podría ser enviada a Ginebra, su destino final. Este, muy seriamente, respondió que no existía un hombre en el distrito que pudiera acarrear ese peso a tamaña distancia pero que, si no le importaba contratar a una mujer, el podría encontrar una que quisiera hacer el trabajo gustosamente. El hecho es que dos mujeres fueron más que suficientes para trasladar la carga que una recia mula recogió posteriormente. Quines dones, Deu meu ¡¡¡